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INMIGRACIONES. Visa de Buena Voluntad
Argentina cuenta con una extensión inmensa de tierra, casi despoblada. Una extensión casi 50% más grande que Méjico con 120 millones de habitantes, mientras nosotros somos solo 44 millones. En la isla de Japón se apiñan 160 millones de personas y se dice que tiende a hundirse. Argentina necesita ordenarse, ponerse de pie, desendeudarse, y dar lugar a una ordenada inmigración que haga viable económicamente al país, que lo habite, que lo defienda con su presencia diaria, que lo alimente con sus culturas, que nos ayude a crecer y salir de esta dicotomía de 50 que producen y 50 que viven de los primeros, que modifique la fórmula, que estimule y que despierte la esperanza del gran país que fuimos y merecemos volver a ser.
Pero una inmigración selectiva, bien planeada, donde la “buena voluntad” que reza nuestra Constitución se demuestre en un cuidado estudio de antecedentes y virtudes, de necesarias contribuciones. Donde el espacio para habitar se compre con el aporte de algún dinero acorde que justifique tan generoso ofrecimiento. Una argentina de 100, 200 o incluso 300 millones de habitantes, sería un polvorín de crecimiento económico, una escala que justificaría las más inteligentes inversiones, un círculo virtuoso que no se detendría jamás. Y el planeta Tierra lo necesita. Somos la reserva del futuro.
Por supuesto, luego de haber conquistado todos los asuntos anteriormente expuestos para ofrecer una casa limpia y ordenada a nuestros nuevos invitados.
Y desde ya, la expulsión de todos quienes vinieron a delinquir para nunca más dejarlos volver a entrar hasta la tercera generación (a lo romano, pero sin sangre). Argentina es nuestro hogar. ¿Quién no defiende su hogar?
Terminemos con nuestras peleas que solo conducen a la disolución, o tal vez peor…a una guerra civil, a un cisma, a dividirnos en dos países, a lo peor.